Friday, January 18, 2008

PRESIÓN SOCIAL Y ESTEREOTIPOS SOCIALES

Creo que empezaré a comprar revistas, así las podré llevar en el bolso todo el rato y cuanto tenga tentaciones de comer dulces las miraré, y se me pasará el antojoY así, además, el dinero que me gaste en revistas no me lo gastaré en comida :)



He estado investigando y he encontrado lo que os pongo más abajo, asi que supongo q leer revistas me ayudará a resistir la tentanción :)


Las dimensiones corporales de la mujer han sido valoradas de distintas maneras en las distintas épocas de la historia del mundo occidental.El modelo de belleza femenino de la época de Rubens es muy distinto al actual. Los cambios históricos acarean cambios culturales y cambios en los patrones estéticos y corporales.La imagen de un modelo ideal de belleza, compartido y reconocido socialmente, supone una presión altamente significativa en todos y cada uno de los miembros de la población. Las mujeres que encarnan o se identifican con ese modelo tienen razones para valorarse positivamente. Quienes no reúnen estas características, padecen baja autoestima.En el establecimiento de los modelos estéticos, intervienen multitud de factores aunque en cada país tenga su prototipo de belleza específico. Por ejemplo, en la India, donde escasea el alimento, la obesidad es signo de prestigio social y de potencial socioeconómico. Por el contrario, el ideal de delgadez se da en sociedades donde la obtención de alimento no es problema.Los estereotipos estéticos suelen extenderse en las sociedades complejas en sentido descendente, es decir, de las clases más elevadas a las más bajas.En las sociedades más desarrolladas, hay una relación inversa entre clase social y obesidad. Huenemann (1969) verificó que el 11,6 % de la población adolescente femenina de clase baja eran obesas mientras que las de clase alta sólo había un 5,4 %.Esta distribución por clases sociales es totalmente opuesta a la que se da con la anorexia. Este fenómeno entremaña que los valores asociados al alimento(necesidad básica) son sustituidos por otros de carácter estético más culturizados y alejados de lo primario, de lo mas estrictamente biológico.Pero para que la restricción ingestiva se inicie no basta con que la persona tome la decisión de reducir las dimensiones de su cuerpo, sino que es necesario que sufra las influencias sociales.Éstas se canalizan a través de los demás y del ambiente.Un canal importante y de influencia efectiva son los medios de comunicación de masas. Nos hallamos inmersos en una sociedad donde TV, prensa, radio, bombardean continuamente a los ciudadanos con múltiples mensajes.También se sabe que los valores del mundo anglosajones, en especial EEUU, ejercen una gran influencia sobre el resto del mundo y que pronto serán implantados en otros países.En relación con los grupos de jóvenes más afectados por la anorexia, Garnel y Garfinkel realizaron algunos estudios concluyéndolos con la afirmación de que toda la presión sociocultural todavía es mayor en determinados grupos homogeneizados que están en función de ciertos intereses y actividades. Éste es el caso del estudiante de música y danza o en modelos de alta costura.Se plantearon la posibilidad de que unos estudios de este género resultaran humanamente estresantes por su competitividad. Más adelante se vio que el factor clave no es la competitividad sino la dedicación a actividades que subrayen el valor del cuerpo delgado.En 1986, se volvió a hacer otro trabajo (por Ordeig y Cols) con muestras de estudiantes de danza, modelos de alta costura y gimnastas. Las puntuaciones obtenidas ante el E.A.T. fueron de 30, 14,8 y 18,6 respectivamente; mientras que en el grupo control fue de 11.Entran en patología el 30% de los bailarines, el 18% de los gimnastas, el 13,3% de los modelos. Este estudio confirmó el resultado obtenido por Garner y Garfinkel.5.1 La coacción publicitaria: hasta ahora nos hemos referido a los medios de comunicación como portavoces y creadores de los estereotipos estéticos corporales que surgen en la población.El cine, la fotografía, los reportajes sobre métodos de adelgazamiento contribuyen a determinar el estado de opinión y evaluación corporal. Pero, además, todo este mundo de palabras e imágenes van a crear un importantísimo mercado descubierto por los comerciales y productores de más de mil recursos de adelgazamiento.El estado de opinión, por tanto queda en cierto, enrizado en una publicidad comercial, que con sus mensajes incorporan el estereotipo estético, lo concreta y potencia.Se realizó un análisis de publicidad de pro-adelgazamiento en 1985. De todas las revistas que se publicaron en España se eligieron aquellas que contaban con un 60% de lectores del sexo femenino que a la vez tenían una difusión de más de 100.000 ejemplares. De aquí se seleccionaron diez que constituyeron el 80% de todas las revistas leídas por la población femenina.De estas revistas, se analizaron todos los anuncios que aparecían seleccionando todos aquellos que de manera directa o indirecta incitaban al uso o consumo de productos para adelgazar.Los resultados fueron éstos:



Anuncios Directos ....................... 10,43%





Anuncios Indirectos ....................... 14,24%





Anuncios Totales ....................... 24,64%




Con esto se constata que casi uno de cada cuatro anuncios que llegan a un público femenino invitan de alguna manera a la mujer, a perder peso.También se midió el coeficiente de Impacto. Éste mide la capacidad de difusión de un mensaje en una población dada. Como se ve en la tabla toman prioridad aquellos productos que son de actuación específica e inmediata, como es el caso de las cremas y pomadas adelgazantes. En segundo lugar aparecen los alimentos de tipo calórico.En la tabla, vemos un cambio significativo en las razones que los anunciantes dan para invitar a perder peso. Es difícil predecir si esta tendencia se mantendrá, por eso antes había una gran preocupación por la salud y actualmente lo que se está dando es un vuelco hacia lo estético, es decir, se hace notar que vende más la motivación en estética que lo sanitario.En 1985 el 55% de los argumentos pro-adelgazamientos eran estéticos mientras que sólo el 19% estaban relacionados con la salud.El llamado coeficiente de utilización indica la cantidad de veces que una palabra aparece en publicidad. En la tabla del anexo 3, hay 24 términos verbales. Los más utilizados son: tipo, silueta, figura, delgado, línea, centímetro, kilos, adelgazar, calorías e hipocalorías.También se llegó a la conclusión que la mayor difusión de esta publicidad se produce, principalmente en mujeres de 15 a 24 años de edad. Esto es solo un botón de muestra para darnos cuenta del bombardeo al que estamos sometidos los jóvenes y adolescentes.Cada época ha tenido unos prototipos de belleza. En la década de los 50, existían dos modelos: uno el de Marilin Monroe con caderas anchas, cintura ceñida etc. y el de Grace Kelly tendiente a lo rectilíneo, era la delgadez extrema. Las seguidoras de Marilin eran mucho más vulgares que las de Kelly que eran chicas aristocráticas.En los años 60, se da el fenómeno Twiggy. Una chica inglesa, francamente esquelética, que se introdujo como un ciclón en el mundo de la moda de América y Europa.Publicaciones como " Vogue " trasladaron sus escuálidas dimensiones a los ojos de todo el mundo occidental. El impacto que produjo constituyó un ejemplo de la eficacia de los medios de comunicación y de las campañas de publicidad.La aparición de este fenómeno Twiggy es un hecho clave para entender el incremento epidémico de los trastornos en el comportamiento alimentario. De algún modo el modelo de Marilin y el de Twiggy se han mantenido hasta nuestros días.El anhelo de la delgadez sigue vigente. Un estudio pionero de Garner verificó de las medidas de las modelos fotografiadas en las páginas centrales del Playboy y otras revistas, fueron disminuyendo cada vez más. Eran más delgadas.



5.2. Del culto a lo utópico:


Kim Cherin desde una perspectiva feminista hace una importante crítica acerca de esta sociedad generadora de la actual epidemia de anoréxicas y bulímicasEn 1981 ya señalaba que E.E.U.U. se gastaba 10 billones de dólares anuales en servicios y productos relacionados con la búsqueda y pérdidas de peso y que 20 millones de personas seguían una dieta rigurosa.La preocupación por el peso y la imagen corporal está tan extendida que en la sociedad actual, es un fenómeno que puede considerarse como normal en la experiencia femenina; lo anormal es la no- preocupación por el cuerpo.Ésta preocupación e insatisfacción suscitada por el propio cuerpo, tiene que encontrar alguna vía de solución. Los afectados intentan resolver sus problemas eligiendo entre las múltiples alternativas y mejores. Ésta es la técnica para adelgazar más difundida y más peligrosa en cuanto al riesgo de sufrir trastornos del comportamiento alimentario.Una revisión de las publicaciones sobre dietas alimentarias publicadas entre 1967 y 1993 resulta muy significativa (French y Jeffery, 1994).Resumiendo todos estos trabajos se concluyen que alrededor del 40% de las mujeres y que el 23% de los varones estaban intentando perder peso. En estas mismas circunstancias el 26% de las mujeres y el 14% de los hombres estaban haciendo régimen para adelgazar.Los porcentajes más altos se referían a chicas que estaban en Colleges donde del 50% al 61% practicaban dietas. También concluyeron en que había más personas de peso manual siguiendo dietas que personas con sobrepeso.Pero lo más grave es que en 1985 y 1990 creció el porcentaje de personas que considerándose a sí mismas delgadas trataban de adelgazar. Del 0,7% se pasó al 4% y en adolescentes las cifras aún eran más preocupantes. El 20% de chicas adolescentes con infrapeso estaban siguiendo dietas adelgazantes.Éste es el panorama descrito con algunas pinceladas ilustrativas que hacen patente la preocupación por el cuerpo y sus medidas supuestamente excesivas. Es como si la gente aceptara la presión social y haya llegado a convencerse de que este prejuicio es intentar adelgazar, reducir las dimensiones y de manera competitiva.En 1993 se realizó otro estudio, Phelps quienes evaluaron de igual modo y en las mismas circunstancias académicas a todas las chicas de 12 a 18 años ubicadas en el mismo distrito escolar de Búfalo.Se les pasó una encuesta a todas las alumnas situadas en Middle School, de 12 a 14 años, y a todas las de High School, de 4 a 18 años. Los resultados fueron ambiguos ya que en High School, las de mayor edad, las prácticas patógenas para perder peso habían disminuido, mientras que en Middle School en ese mismo período de 8 años, el porcentaje de niñas que se medicaban para adelgazar había parado del 0,8% al 6% y de niñas vomitadoras había pasado del 3,8% al 11,4%.En consecuencia parece concluirse que se está reduciendo la edad en que más se experimenta e interioriza la presión pro-adelgazamiento. Serían todavía niñas las que emplearon métodos peligrosos para perder peso.Los estudios realizados sobre el tema que hagan referencia a niños pre-puberales son muy escasos pero hay un ejemplo muy significativo que es una serie de estudios llevada a cabo por un grupo de investigadores de la universidad de Leeds, en Inglaterra.En el más reciente trabajaron con 213 niñas y 166 niños de 9 años. Hallaron que los niños presentaban una baja autoestima, un evidente deseo de adelgazar y altos niveles de restricción de comida. Pero ese deseo de adelgazar y la motivación para seguir una dieta se mantenía en los niños y niñas de todos los niveles de peso.Con estos resultados se puede concluir que la interiorización en los niños de los modelos estéticos corporales empieza a edades muy tempranas, al igual que los anhelos por adelgazar y llevar a cabo alguna dieta. Éstas suelen llevarse a cabo (sobre todo en el caso de las niñas) en colaboración y correspondencia de las madres.Los niños se encuentran en la misma sociedad que los adultos y como ellos experimentan las mismas influencias. En ellas, los niños quedan mediatizadas por los adultos y mayores que tienen más cerca y que son más significativas desde una perspectiva socioafectiva. La información verbal que los padres dan a sus hijos, ha sido estudiada por una investigación muy reciente (Thelen y Cormis, 1995) en donde veían las características de 118 niños y niñas de 9 a 10 años y se constató que tres de cada cuatro padres y/o madres alentaban a sus hijos e hijas para que controlaran su peso.Se percibía como más frecuente y presente la acción adelgazante ejercida por las madres, madres que en un 86% habían practicado dietas en alguna ocasión y que en un 57% lo habían hecho más de tres veces a lo largo de sus vidas. Éste es uno de los trabajos que pone de manifiesto el papel de la familia en la transmisión de valores en este caso, alimentario-corporal.Esta transmisión de valores y costumbres aumentan cuando las madres han padecido o padecen trastornos en el comportamiento alimentario.


5.3. El rechazo social:

Uno de los rechazos sociales más claros es el rechazo al obeso, tanto que a un niño de seis años de edad ya lo tiene totalmente interiorizado. Se ha observado que los niños a esta edad atribuyen características positivas (bueno, simpático, feliz...) a una persona delgada y características negativas(tramposo, sucio, lento...) a una persona gruesa.Un estudio muy conocido hecho en los años 60 por Richardson, puso de manifiesto algo semejante. A un grupo numeroso de niños y niñas de 10- 11 años, se les mostraba una serie de láminas. Cada lámina representaba un niño con una incapacidad (niño totalmente normal, niño con muletas, niño sin una pierna, niño en silla de ruedas, niño obeso, niño con la cara desfigurada y niño sin una mano). Los niños/as debían elegir uno a uno las figuras infantiles que les resultaran más agradables. Pues en todos los casos se dio que el niño obeso era el menos elegido.A parte de este caso de rechazo al obeso se le atribuye la responsabilidad de su enfermedad. La obesidad está considerada como la consecuencia de un vicio y el obeso una persona que se entrega a él, es decir, que el obeso es obeso porque quiere ya que come sin control con glotonería.Este rechazo tiene varias manifestaciones. Se observó que en una serie de colegios prestigiosos, el número de chicas obesas admitidas era desproporcionadamente menor que el de chicas delgadas. Esto sucedía sin que existieran diferencias significativas ni en el cociente intelectual ni en el expediente escolar previo. Sólo los prejuicios podrían explicar estos hechos.Otra manifestación clave y evidente del rechazo social al obeso se da en el mundo laboral. Un estudio sobre las relaciones entre un sobrepeso y empleo concluyó en líneas generales que las personas con sobrepeso son consideradas menos competentes, más desorganizadas, indecisas e inactivas.En el caso de las mujeres la situación se agrava aún más. La promoción profesional es mucho más asequible para las delgadas que para las que no lo son. Citemos como ejemplo el caso de los auxiliares de vuelo o azafatas que pueden ser despedidas por tener problemas de sobrepeso y ciertas compañías controlan las medidas de sus muslos, caderas... hasta acostumbrarla a establecer unos límites. Es importante señalar que los trastornos en las azafatas son bastantes frecuentes (Shilling 1993).Como se puede observar la presión social sobre las mujeres es mucho más acentuada. Ha podido también verificarse que las mujeres más emprendedoras y social y laboralmente más activas son las que prefieren un cuerpo delgado y a las más voluminosas se les atribuye funciones de madre, esposa...Todos estos perjuicios hacen referencia al atractivo físico, pero nos olvidamos que el atractivo físico no se reduce al volumen del cuerpo sino que es mucho más; el rostro, el cabello, las manos, los ojos, formas de moverse, color de la piel...

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